História Sueños de sangre. - Prólogo.

Era de noche. Todos en aquel reino yacían dormidos, cada antorcha que iluminaba el pueblo estaba apagada. Sin embargo, unas aún no se apagadaban. En el castillo había problemas. Los reyes del reino de la luz estaban en peligro al igual que sus hijos. 

La reina Alinay, escondía junto al rey Viadel a sus hijos en los rincones del castillo. Mientras estaban en eso, ruidos se escucharon cerca de su posición. Ambos entraron en pánico. Solo quedaba Elaine, la más pequeña de sus hijas, una recién nacida que no se mantendría en silencio fácilmente.

–Vete, ¡ahora!– susurró Viadel a Alinay. Ella corrió.

Alinay con toda su energía corrió atravezando las paredes con su poder. Era díficil, estando herida por recién dar a luz. Al final llegó al salón principal del castillo. Preocupada miró a su alrededor.

–Oh, vamos Alinay.– escuchó la voz provenir de su mente –Hacen mucho escándalo por una bebé.– su atacante no se mostraba de su escondite.

Ella mantuvo a su hija apegada a su pecho con la fuerza que podía. Tenía miedo y ella y su contrincante lo sabían. Después de un rato una gran sombra apareció en el salón. Era él.

–Ambos sabemos que no durarás mucho después de dar a luz.– dijo la sombra.

Alinay sonrió con debilidad. –No será problema si con eso logro encerrarte.– habló ella con arrogancia.

La sombra frente a ella se fue  haciendo pequeña. Poco a poco tomó forma humana. Un muchacho. –En ese caso...– desenvainó su espada–, a luchar.

Una lucha de espadas se llevó a cabo. Alinay protegía con todo a aquella criatura que parecía no notar lo que sucedía a su alrededor. No tardó mucho cuando Alinay terminó en el suelo abrazando a la pequeña niña para que no sufriera una herida. 

–Te lo dije. Eres débil ahora. Como tu versión humana. Tía.

La batalla continuó en cuanto Alinay se levantó. Él no podía creer la gran fuerza de voluntad de la reina por proteger a aquella bebé. Ella no lograba herirle pues estaba cansada, sin embargo él la había herido ya muchas veces. Una estocada en su costado fue lo que necesitó para caer junto el bulto en sus brazos.

Ella sonrió. Él no comprendió por qué hasta notar que el bulto que ella cargaba no era Elaine. Era un canasto con flores de lotto. –Hora de encerrarte de por vida.– dijo con sangre en su pecho.

Su sangre había formado un circulo potente de sellado. No podía uhir. Ella soltó las flores y un resplandor inmenso se formó en el salón.

Cuando todo volvió a la normalidad, Alinay no estaba en ese mundo. Ni en el real. Había muerto.

El rey, mientras tanto corría con sus hijos en el bosque. Cargando con él a la pequeña Elaine que en ese momento tenía una pequeña mueca de disgusto.